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Haciéndonos eco de las muchas preguntas e inquietudes que surgen sobre este arte marcial japonés, en comparación con el Tai Chi Chuan y dadas las similitudes entre uno y otro –no en vano las artes japonesas bebieron en las fuentes de las Wu Shu o artes marciales chinas- es por lo que nos hemos decidido a escribir, desde elpunto de vista histórico-filosófico, sobre este noble arte y su fundador Gichin Funakoshi. Nació en 1860 en Shuri (Okinawa), en el seno de una familia privilegiada (Shizoku) y, cuando solo contaba 11 años, se inició en las técnicas de "Okinawate" ("Mano de Okinawa"), con maestros como Yasutsube Azato, Ankoh Itosu, Kiyuna, Matsumara, etc. Era profesor de la escuela primaria y poseía una vasta cultura, así como una erudición excepcional a la que unía su experiencia como perito calígrafo.
El desaparecido emperador japonés, Hiro–Hito, con ocasión de una visita a Okinawa en 1921, en calidad de príncipe heredero, presenció una demostración de Karate y quedó tan favorablemente impresionado por la misma que incluyó este evento en su informe al gobierno. Al año siguiente, el Ministerio japonés de Educación cursó una invitación al gobernador de Okinawa, a fin de que enviara una delegación de expertos en dicho arte al Japón para que concurrieran a un festival de Educación Física patrocinado por el Misisterio. Para acudir a dicha invitación fue seleccionado entre todos los maestros Gichin Funákoshi, aunque otros maestros de Okinawa pudieran poseer un mayor conocimiento del arte, su condición de intelectual y la vasta cultura que poseía hicieron recaer en su persona la elección.
Su primera demostración pública va a tener lugar en la capital de Japón, Tokio, en el año 1922. Los japoneses van a quedar impresionados con este sistema de combate y fueron muchos los que desearon aprenderlo. El propio maestro fundador del Judo, Jigoró Kano, quedó fuertemente impresionado por las exhibiciones, invitando a Funakoshi a que visitara el Kodokan, el Templo del Judo, rogándole que tuviera a bien enseñarle los principios de su arte. Funakoshi, que era un admirador de Kano, se enorgulleció de la deferencia con que se le honraba por parte de un plantel de grandes especialistas en artes marciales y tuvo ocasión de confirmar ante los mismos sus precedentes éxitos, suscitando la sincera admiración de tales expertos.
Del encuentro histórico entre estos dos personajes nació una sincera y firme amistad que habría de traducirse, en el terreno práctico, en la introducción en el Judo de las técnicas de “atemi” (golpes), en sus “Katas”, los famosos “Kime no Kata”. Desde entonces, el respeto que el maestro Funakoshi demostró por el maestro Kano no tuvo límites y se mantuvo vivo incluso después de la muerte de este último.
Funakoshi, deliberadamente, hacía sus apariciones so1amente ante intelectuales. Efectuaba impresionantes exhibiciones y daba conferencias sobre las ventajas físicas y psíquicas del Karate en audiencias compuestas, principalmente, por abogados, doctores en medicina, profesionales funcionarios del gobierno y artistas. Hacia hincapié en la importancia del arte para el fortalecimiento del cuerpo y ponía el ejemplo de su propia persona, que siendo de escasa estatura y de complexión aparentemente débil, era capaz, no obstante, de realizar notables proezas físicas. En poco tiempo logró la captación de un considerable número de adeptos.
Después de la exhibición de Tokio y en vista del gran éxito obtenido, el Ministro de Educación pidió al maestro Funakoshi que se quedara en el Japón para enseñar su arte y de este modo empezó el estudio del Karate en las universidades japonesas. En 1924, en Gijuku, Universidad de Keio (Tokio), el Karate quedó incorporado como materia en el programa de estudios, ejemplo que fue seguido por otras universidades, de la capital japonesa y del resto del país (Imperial de Tokio, Washeda Chuo, Meiji, Nihom, Hosei, etc.). Los universitarios de la capital japonesa fueron sus primeros alumnos y formaron la prestigiosa vanguardia del Karate japonés, en la que figuran nombres como Otsuba, Obata, Matsumaro, Otake, Takagi y tantos otros.
Ante el rápido crecimiento del número de discípulos, Gichin Funakoshi decidió crear en 1936 su propio “Dojo” (“Lugar del despertar”), al que bautizó con el nombre de “Shotokan”, compuesto de las palabras “Shoto”, apelativo juvenil del maestro, y “Kan”, que significa casa.
Debido a que el conflicto chino-japonés iniciado en 1936, convertía en impopular todo lo que pudiera recordar a la China procedió a cambiar el nombre de los ejercicios reglamentarios o “katas”, originarios casi todos ellos de aquel país.
A él se debe también la actual denominación de Karate-Do. En 1933 sustituyó el concepto “kata” cuyo ideograma se refería al origen chino del arte, por otro que, curiosamente, se pronunciaba también “kata” pero cuyo significado es “vacío”, de modo que el nuevo “Karate-jutsu”, como denominaba Funakoshi al sistema, se transformó en su nueva significación en las “técnicas de la mano vacía”. Dos años más tarde, sustituyó el afijo “jutsu” por “Do”, impulsado por razones indiscutiblemente filosóficas, significando el nuevo nombre, “Karate-Do”, el “Camino de la mano vacía”. En 1936, una asamblea de grandes maestros celebrada en Naha, capital de Okinawa, confirmó la adopción de este nombre definitivo del arte, de tal manera que en 1938 la práctica totalidad de los karatekas de la isla había adoptado el nuevo nombre.
El concepto de vacuidad contenido en el vocablo “Kata” se refiere, como sabemos, no solo al hecho de que se combate sin arma alguna, sino a la ausencia total dé intenciones malignas, al espíritu vacío, fuente de toda eficacia, que caracteriza las artes del Budo y que constituye su verdadera esencia, íntimamente ligada a la filosofía budista.
Funakoshi había escrito al respecto lo siguiente. “Del mismo modo que la superficie pulimentada de un espejo refleja todo lo que esté frente al mismo y que en un valle tranquilo se perciben incluso los sonidos más débiles, el estudiante de Karate-Do debe vaciar su espíritu de egoísmo y de maldad, en un esfuerzo para reaccionar de modo apropiado ante cualquier eventualidad”.
Esta transformación trascendental quedó plasmada en la obra de Funakoshi “Karate-Do Kyohan” en la que no sólo explica las técnicas sino también el contexto espiritual del Karate-Do.
Según decíamos, Funakoshi era hombre de formación y nivel intelectual notables. Hombre de letras había estudiado el chino y era uno de los más cultos de Okinawa. Estas cualidades le predispusieron para imbuir un sentido espiritual hasta entonces desconocido a una simple técnica de combate a la que, por este solo hecho, invistió de un carácter similar al de las órdenes caballerescas o monásticas, logrando que los practicantes de la misma se sintiesen fuertemente influenciados en su comportamiento y actitud ante la vida, tanto en la actuación individual como en el campo de las relaciones sociales. Más que una técnica, puede decirse que enseñó una filosofía, lo que dio en llamarse “espíritu Funakoshi” que no era otro que el que en tiempos pretéritos infundiera Bodhidharma en los monjes de Shaolin, con la unión del cuerpo y del espíritu en la práctica de su arte de combate.
En efecto a pesar de su corta estatura, poseía una gran potencia. Empezó a practicar a los 11 años y no dejó de hacerlo hasta su muerte acaecida el 26 de abril de 1959, cuando contaba 89 años de edad. Su discípulo Motonobu Hironishi dijo de él: “El maestro era algo bajo en comparación con la estatura media. Poseía un carácter afable y sereno y un estado de humor muy constante. Era una persona muy callada a la que gustaba hacer caligrafía y escribir poesías. Su imagen y su porte eran los de un intelectual. Técnicamente era muy ortodoxo: poseía un “tsuki” muy fuerte y sus bloqueos eran muy pesados, lo que comprobábamos dolorosamente cuando le atacábamos”.
Funakoshi siguió entrenándose en los "katas" (ejercicio de forma reglamentaria), hasta edad muy avanzada, conservando siempre un máximo nivel en la ejecución de las técnicas y una gran sobriedad en la realización de las mismas. Su vida estaba centrada en el Karate-Do y exigía a sus discípulos la práctica de la concentración espiritual, así como que mantuvieran idéntica circunspección en sus vidas privadas que la que mostraban en el “Dojo”: Esta idea, que ya Jigoro Kano había imbuido en el Judo, la idea del “Do”, o sea, la vía o camino espiritual del arte, es indiscutiblemente uno de los mayores logros de Funakoshi.
También enseñaba a sus discípulos a estar constantemente dispuestos a rechazar un ataque por sorpresa. Así, les enseñaba cómo debían sentarse para poder responder instantáneamente a un ataque desde dicha posición; como debían comer arroz, sujetando el plato de modo que éste no pudiera serles proyectado al rostro en un ataque desde abajo; cómo fumar una pipa de bambú de forma que pudieran evitar ser heridos en el caso de un ataque repentino, etc.
Desde un punto de vista técnico, podemos decir que el estilo practicado por Funakoshi y con el que inició sus enseñanzas en el Japón era el “Shurite”, propio de su ciudad natal, denominado también “Shorin Ryu”. Funakoshi lo aprendió de su maestro Ankoh Itosu. Sin embargo, este estilo evolucionó durante su estancia en Japón, modernizándose y orientándose más hacia la moderna defensa personal que a la antigua finalidad guerrera que poseía en Okinawa. El maestro aplicó, por vez primera, métodos nuevos de entrenamiento, como el “kihon”, que consiste en la repetición en serie de un mismo movimiento. No es más que la simplificación racional del trabajo que se realiza en los “katas”. También éstos fueron simplificados y, con objeto de difundir el Karate-Do y presentarlo en las demostraciones públicas, se estudió un tipo de “Ju-Kumite” (combate libre de entrenamiento) que habría de derivar pronto en otra clase de combate, reglamentado y destinado a confrontaciones deportivas.
Esto último se desviaba de la idea de Funakoshi sobre el Budo, por lo que en 1940 prohibió dichos encuentros de carácter deportivo, ratificando en 1941 dicha prohibición e incluso amenazando con expulsar de su “Dojo” a aquellos de sus alumnos que, contraviniendo sus órdenes, acudieran a campeonatos. El maestro deseaba apartarles de cualquier ambiente agresivo y, si bien permitía que, entre compañeros y como forma de entrenamiento y estudio, se realizasen combates, ello nunca fue con el fin de obtener la victoria en las competiciones. Hay
que señalar, sin embargo, que el “kumite” libre de entonces era mucho más duro que el que se practica hoy día en la competición.
Como compendio de la citada filosofía, hemos heredado sus “Veinte Reglas de Oro", cuyo enunciado es, por sí mismo, lo suficientemente claro para que pueda omitirse su simple comentario.

Las “Veinte reglas de Oro” del maestro Gichin Funakoshi

1. El Karate empieza y termina con “Rei” (saludo).
2. No utilizar el Karate sin motivo.
3. Practicar el Karate con sentimiento de justicia.
4. Antes de conocer a los demás, hay que conocerse a sí mismo.
5. De la técnica nace la intuición.
6. No dejes vagabundear tu espiritu.
7. El fracaso nace de la negligencia.
8. El Karate sólo se practica en el “Dojo”.
9. La práctica del Karate es de por vida.
10. Tratar los problemas con espíritu de karate.
11. El Karate es como el agua hirviendo.
12. No alimentéis la idea de vencer pero tampoco la de ser vencidos.
13. Adaptar vuestra actitud en función de vuestro contrincante.
14. El secreto del combate reside en el arte de dirigirlo.
15. Que las manos y los pies golpeen como un sable.
16. Al franquear el umbral de vuestra casa, diez mil enemigos os esperan.
17. “Kamae” es la regla para el principiante. Después, es posible adoptar una guardia espontánea.
18. Los “Katas” deben realizarse correctamente. En el combate real, sus movimientos se adaptan a las circunstancias.
19. Tres factores a considerar: la fuerza, la envergadura y el grado técnico.
20. Profundizad en vuestro pensamiento.

Gichin Funakoshi presentó siempre su arte como técnica guerrera no destinada al combate real sino como medio de alcanzar la verdad filosófica. Las fotografías que suelen presidir los “Dojos” de Karate-Do ofrecen la imagen de un venerable anciano de cerca de 80 años, con el pelo blanco y una dulce presencia. Sus vivos ojos, no obstante, denotan una gran fuerza interior y hay que señalar que personalmente era un temible adversario, pues, al ser sus golpes y bloqueos tan potentes, todos temían enfrentarse a él.

A pesar de los cambios efectuados, Funakoshi se mantuvo muy próximo al estilo original, ejecutando los movimientos en posición alta, con ataques poderosos pero no muy largos, en forma útil para el combate a corta distancia. Esencialmente realizó un trabajo de clasificación y racionalización de las antiguas técnicas, efectuando una labor de síntesis semejante a la que había realizado Kano en el Judo, agregando movimientos tomados de este último y del Kendo, artes que descubrió en el Japón. Incluso revisó o completó algunos fundamentos a partir del estudio de técnicas de combate de Occidente, cada día más populares en el Japón, país poseído por la fiebre del modernismo. Así fue como el Karate fue adquiriendo su actual aspecto.

En 1948 Funakoshi fundó la Asociación Japonesa de Karate, entidad que tenía como objetivo la unión de todos los karatekas de las distintas escuelas ya que, debido al éxito obtenido por él, otros maestros de Okinawa acudieron al Japón para enseñar sus propios métodos y de ellos se derivó que surgieran numerosos estilos. El maestro murió tres años antes de que se fundara la Federación de Karate del Japón, la cual logró unir a todos los grupos de Karate del país, dando un nuevo paso para la ansiada fusión de escuelas y estilos que, no obstante, está aún por plasmarse en su totalidad. ƒË

José Antonio Vera de la Poza

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