Casi todas las civilizaciones han tenido la historia de su diluvio: el del Génesis bíblico, el de Deucalión y Pirra, el del Popol Vuh, la Atlántida de Platón, Gilgamesh...
Es signo de la germinación y la regeneración. Destruye porque las formas están agotadas, pero le sucede siempre una nueva humanidad; evoca la idea de la reabsorción de ésta en el agua primordial y la institución de una nueva época.