Si hay algo en lo que los seres humanos estamos de acuerdo, es en que todos buscamos la felicidad. Pero el debate acerca de dónde se encuentra ésta, está todavía por concluir.

. Así, unos (los más) estiman que debe encontrarse en la posesión de riquezas; otros, en el ascenso a cotas de poder cada vez más elevadas y muchos en la persecución del placer, sea éste físico, psicológico o mental. Pero la experiencia nos dice que no se encuentra en ninguno de los supuestos anteriores; pues ni todos los ricos, ni todos los poderosos son felices; antes bien al contrario, la posesión de bienes materiales no parece conformar a los que los tienen, consumiendo todos los minutos de su vida en un afán acumulativo que no parece tener fin; mientras que los que han logrado alcanzar cotas de poder importantes temen perder el favor de aquel o aquellos que se lo han otorgado, y temen también el odio, la envidia y la ambición de los competidores que han quedado por el camino.

No considero pobre a quien le satisface cuanto le queda, por poco que sea

No es pobre el que tiene poco, sino el que ambiciona más, el que más necesita

A nadie elevó tan alto la fortuna que no pudiese convertir en amenazas cuantas ocasiones le había hecho

La propia pobreza puede transformarse en riqueza con ayuda de la frugalidad


En cuanto a los que buscan el placer en sus diversas manifestaciones, encontrarán rápidamente el dolor como contrapartida del mismo.

Mala y funesta servidumbre tendrá que sufrir aquél a quien poseerán alternativamente los placeres y los dolores.

El placer cuando más deleita, se extingue. Y no tiene mucho espacio, por lo cual, pronto lo llena, y produce hastío, y se marchita después de los primeros transportes. Y nunca es seguro aquello cuya naturaleza consiste en el movimiento; así no puede tener consistencia alguna lo que llega y pasa del modo más fugaz, para perecer en su mismo uso, pues llega al punto donde cesa, y cuando comienza ya ve su fin.


¿Dónde se encontrará entonces la felicidad?
Para responder a la más importante de las preguntas, empleemos el mismo sentido común que utilizamos cuando ejercemos de viajeros y no encontramos la ciudad adónde nos dirigimos,... y preguntemos... Preguntemos a los sabios, a aquellos que según la tradición y los testigos de su tiempo encontraron la llave de oro, esa “rara avis” que todos buscamos de forma anhelante. Hoy , a través de este artículo hemos traído a uno de ellos, uno de los maestros del estoicismo romano: el cordobés Séneca.

Todos los hombres quieren vivir felices.
Hay que precisar con claridad dónde está la felicidad. Si nos equivocamos, nos alejaremos de ella al buscarla por caminos erróneos. El camino más frecuentado y famoso es el que más nos engaña.

Necesitamos un guía experto que la conozca .

Las cosas que contemplan, ante las que se detienen las gentes, por fuera brillan, por dentro son deplorables.


CLAVE 1ª: Lo que depende y lo que no depende de mí.

El criterio aquí sería el no poner nuestra felicidad nunca en aquellas cosas que no dependen de nosotros y sí en las que dependen. Y no dependen de nosotros entre otras: la opinión ajena, la fortuna, la salud,... Bien es cierto que una vida moderada puede hacer que exista una alta probabilidad de que nuestra salud sea buena, pero nadie lo podría asegurar; en cuanto a la fortuna, todos los días podemos apreciar en los medios de comunicación, numerosos ejemplos de personas que lo han perdido todo, por las circunstancias más variadas; y si ponemos nuestra felicidad en la opinión que los demás vayan a tener de nosotros, enseguida comprobaremos que es del todo punto imposible conseguir la aceptación general. Como en el cuento infantil del mulo, el papá y el niño, hagamos lo que hagamos, siempre habrá alguien que lo criticará.
Pongamos pues el enfoque en aquello que depende de nosotros. Y de nosotros dependen elementos como nuestros juicios y opiniones, el aprovechamiento o no del tiempo que el destino nos conceda, las amistades que tenemos , las lecturas que hacemos, si llevamos o no una vida moral,... Al poner como referente para ser feliz aquello que depende de nosotros, siempre estará en nuestra mano el modificarlo cuando no nos guste.

Clave 2ª: Vivir conforme a la Naturaleza, vivir conforme a la razón

Aclaremos antes de nada, que para nuestro filósofo la razón sería el elemento más espiritual del ser humano. Entonces el criterio aquí sería llegar a gobernar nuestra naturaleza (nuestro microcosmos), a imagen y semejanza de como el Logos (Dios) gobierna la Naturaleza (el macrocosmos). Y el ser humano es un poliedro muy complejo, donde entre otros elementos, encontramos además del espíritu-razón antes citado, un cuerpo físico, unas emociones y una mente con la que tratar; sabiendo, todos y cada uno de nosotros, por propia experiencia, que muy a menudo, cada uno de estos componentes manifiesta deseos e inclinaciones que resultan difíciles de armonizar. Por citar tan sólo un pequeño ejemplo atrapado en mi antigua memoria de estudiante, mientras que la razón exhortaba al cumplimiento del deber y por lo tanto estudiar, el cuerpo quería comer y descansar, la psique disfrutar de una película y la mente leer la última novela de moda. ¿Quién deberá asumir el mando? La respuesta de nuestro insigne filósofo nos invitaría a poner la razón como gobernadora del conjunto; cosa, por cierto, fácil de decir pero tremendamente complicada de llevar a la práctica.

Por supuesto nuestro propósito es vivir conforme a la naturaleza, y va contra la naturaleza torturarse el cuerpo, desdeñar el fácil aseo, buscar el desaliño y servirse de alimentos no sólo viles, sino repugnantes y groseros.

Solemos decir que el mayor de los bienes es vivir de acuerdo con la naturaleza; la naturaleza nos engendró para la contemplación y la acción. Hago las dos cosas, porque la contemplación no existe sin acción .


Clave 3ª: La virtud
Y llegamos al elemento central, al eje alrededor del cual debe girar todo: el gran secreto para llegar a la felicidad, consiste en llevar una vida virtuosa. La consecución de la serenidad interior, el ser capaz de permanecer firmes en medio de las tormentas de la vida, sólo se puede dar desde el desarrollo moral. Y sean cuáles sean las circunstancias por las que pasemos en nuestra vida, siempre podremos aprovechar para desarrollar alguna faceta de nuestro carácter. Así, en tiempos de bonanza, podremos ser moderados, y generosos; mientras que cuando la vida nos apriete, será el momento de poner de manifiesto nuestro valor y fortaleza de ánimo ante las dificultades.

La virtud es algo elevado, excelso y regio, invencible e infatigable; el placer es algo bajo, servil, flaco y mezquino.

Encontrarás la virtud en el templo, en el foro, atezada, con las manos encallecidas; al placer, casi siempre escondido en busca de tinieblas, cerca de los baños y estufas, y de los lugares que temen a la policía, blando, frío, húmedo de vino y perfumes, pálido y cubierto de afeites y lleno de ungüentos como un cadáver.

Las virtudes deberán estar allá donde estén la armonía y la unidad; son los vicios los que discrepan.
El que se acerca a la virtud, da pruebas de un carácter noble.


Clave 4ª: La ataraxia

Si entendemos por ataraxia: ausencia de inquietud, tranquilidad de ánimo, imperturbabilidad y términos afines; estaremos comprendiendo el proceso asociado a la conquista de la felicidad que se va a dar en el alma del sabio. Tranquilidad más allá de las opiniones ajenas y de los movimientos de la fortuna a nuestro alrededor. Tranquilidad y serenidad como consecuencia de vivir conforme a la naturaleza, una vida virtuosa, guiada por la razón.

Existe aquel otro placer que resulta de la contemplación del alma limpia de toda mancha y radiante.

La vida feliz es la que está conforme con su naturaleza: el alma está sana y en posesión de su salud, enérgica y ardiente, magnánima y paciente, adaptable a las circunstancias, cuidadosa y sin angustias de su cuerpo y de lo que le pertenece, atenta a las demás cosas que sirven para la vida, sin admirarse de ninguna, si usa de los dones de la fortuna sin ser esclava de ellos.

El hombre feliz es aquel para quien nada es bueno ni malo, sino un alma buena que practica el bien, que se contenta con la virtud, que no se deja elevar ni abatir por la fortuna, que no conoce bien mayor que el que puede darse a sí mismo, para quien el verdadero placer será el desprecio de los placeres.

La felicidad de la vida consiste en un alma libre, levantada, intrépida y constante, inaccesible al miedo y a la codicia, para quien el único bien sea la virtud, el único mal la vileza, y lo demás un montón de cosas sin valor, que no quitan ni añaden nada a la felicidad de la vida, ya que vienen y se van sin aumentar ni disminuir el sumo bien.

Puede llamarse feliz al que, gracias a la razón, ni desea ni teme; pues las piedras también carecen de temor y de tristeza, e igualmente los animales, pero no por ello dice nadie que son felices los que no tienen conciencia de la felicidad.

Nadie puede llamarse feliz fuera de la verdad. La vida feliz tiene su fundamento en un juicio recto y seguro.

¿En qué consiste la felicidad? En el sosiego y la tranquilidad perennes. Las otorgará la grandeza de alma, las otorgará la constancia porfiada en seguir el recto juicio. Tales virtudes, ¿en qué condiciones se alcanzan? Siempre que hayamos captado plenamente la verdad, siempre que hayamos observado en nuestra conducta el orden, la mesura, el decoro, con una voluntad inasequible al mal y benevolente, en consonancia con la razón y sin separarse jamás de ella, digna a la vez de ser amada y admirada. En suma, para indicarte brevemente la norma, el espíritu del sabio debe ser tal corresponde a un dios.