Visión filosófica 

Es realmente dificil responder categóricamente a la pregunta de qué es el tiempo.

Los primeros testimonios que podemos recoger sobre esta pregunta se remontan al mundo griego, concretamente a las paradojas de Zenón de Elea. En la más conocida de ellas una tortuga reta a una carrera a uno de los héroes de la antigüedad, Aquiles, con la condición de que le conceda al quelonio 10 metros de ventaja. Si Aquiles corre diez veces más deprisa que la tortuga, mientras ésta ha recorrido 1 metro, nuestro héroe ha recorrido 10. Cuando Aquiles ha recorrido el metro que le separaba de la tortuga, ésta ha recorrido 10 cm. Cuando Aquiles ha recorrido esos 10 cm. de diferencia, la tortuga ha recorrido 1cm. Cuando de nuevo Aquiles recorre ese cm, la tortuga ha recorrido 0’1 cm...

Y así podríamos estar horas y horas, y veríamos que según nuestro razonamiento Aquiles jamás alcanzaría a la tortuga. De esta paradoja Parménides y sus seguidores (Zenón es uno de ellos) extraían la ilusión de todo movimiento y de toda pluralidad.

Como se puede deducir, el razonamiento se basa en la teórica división hasta el infinito del espacio y del tiempo. Platón retomará estas ideas, y en uno de sus diálogos, el Timeo, nos hablará del tiempo como de la imagen móvil de la eternidad. Para Platón existe un Mundo de Ideas Primeras, Arquetipos o Formas; el Mundo Inteligible. El mundo de la materia, de las infinitas apariencias que reflejan dichos Arquetipos, es el mundo sensible.

El tiempo sería aquello que permite relacionar los dos mundos, ponerlos en marcha. Todas estas ideas, después de la Edad Media, serán recuperadas en el Renacimiento. Giordano Bruno nos hablará de un Universo uno, infinito e inmóvil. Empieza a concebirse la eternidad como algo que está más allá del tiempo, y ésta será la visión que de ella tenga Johannes Kepler, astrónomo del s. XVII según el cual el Universo sería como una esfera cuyo centro está en todas partes y su superficie en ninguna.

VISIÓN CIENTÍFICA

A mediados del s. XVII surge uno de los científicos más grandes de todos los tiempos: Isaac Newton. En su obra Principios matemáticos de la filosofía natural, además de describir el mundo en función de partículas y fuerzas que actúan sobre ellas, y de definir lo que es la masa, la velocidad, aceleración...nos habla del espacio y del tiempo absoluto, como algo independiente de los fenómenos y sin ninguna relación con estos, como un inmenso marco donde se producen los acontecimientos, pero sin ninguna posibilidad de que el espacio pueda influir sobre ellos, y los sucesos sobre el espacio. Separa asimismo el espacio del tiempo, de manera que ambos están totalmente aislados el uno del otro. Newton reconoce que esto es bastante difícil de demostrar, pues a fin de cuentas los relojes que miden el tiempo lo hacen también con el espacio. Sin embargo, lo establece como marco de trabajo.

En esta primera formulación matemática de la física, el tiempo no tiene una duración establecida; en teoría podríamos ir tanto hacia el pasado como hacia el futuro. Sin embargo, no es así. Hay una dirección establecida del tiempo.

En el s.XIX los trabajos sobre el calor y el trabajo en los procesos físicos, y su mutua reconversión de uno en otro condujeron a la formulación de las leyes de la termodinámica. La primera de ellas es la conocida ley de conservación de la energía, según la cual nada se crea ni se destruye, todo se transforma. La segunda ley nos dice que sólo los procesos en los cuales la entropía de todo el Universo aumenta, son los que se pueden dar.

Podemos imaginar la entropía como si fuese la tendencia al desorden, el desorden mismo. Nos establece una dirección determinada del tiempo. Si, por ejemplo, a cualquiera de nosotros se nos rompe un jarrón al caérsenos, jamás veríamos cómo el jarrón vuelve a recomponerse por sí mismo. Para volverlo a construir hace falta trabajo, el cual extraemos del medio; si se hace un balance de energía puede observarse que sólo aquellos procesos en los cuales aumente la entropía (desorden) son los que se producen.

Vemos cómo en esta teoría sí aparece un sentido definido del tiempo, que será aquel en el cual los seres y las cosas aumenten el desorden global de todo el Cosmos.

Naturalmente no podemos olvidarnos de la teoría de la relatividad de Albert Einstein. A finales del s. XIX estaban presentes una serie de paradojas sobre el éter como medio transmisor de la luz. Pronto se vio que no se podía postular la existencia de tal éter, pues entonces la velocidad de la luz variaría según el observador que la midiese. Si nos imaginamos viajando en el interior de un tren que se mueve a 100 Km./h y nos levantamos y caminamos hacia la locomotora a una velocidad de 5 Km./h, nuestra velocidad respecto al jefe de la estación que se ha quedado en tierra es de 105 km/h.

Sin embargo si realizamos lo mismo respecto a un rayo de luz, observaremos (¡desde luego esto no se puede hacer dentro de un tren!) que la velocidad de la luz es la misma para el jefe de la estación y para el pasajero que se mueve dentro del tren.

Albert Einstein resuelve estas paradojas diciendo que en realidad no tiene sentido hablar de un tiempo y de un espacio absolutos; para diversos observadores no se puede separar el espacio y el tiempo, ni decir que hay un tiempo ( o un espacio) común a todos ellos.

De alguna forma, lo que hace esta teoría es volver a ligar el espacio con el tiempo, hablando de un espacio-tiempo. Según Einstein, la velocidad de la luz es una constante de nuestro Universo, no es algo que dependa de tal o cual observador. Es muy interesante ver que, si un observador pudiese moverse a la velocidad de la luz, para él todos los fenómenos serían simultáneos; el espacio y el tiempo dejarían de existir, lo que tiene viejas resonancias con la escuela de Elea, según la cual el movimiento y el espacio serían algo absolutamente ilusorio. 

Otra visión del espacio y del tiempo aparece con una nueva teoría científica, la mecánica cuántica, la cual, basándose en el principio de incertidumbre de Heisenberg, según el cual es imposible determinar con total exactitud la posición y la velocidad de cualquier partícula, revoluciona nuestros conceptos sobre los sucesos y la posición que ocupan en nuestra visión de la realidad, ya que no podemos hablar de cuerpos, de ondas, de velocidades, de energías, sino sólo de probabilidad de que un electrón, por ejemplo, tenga tal energía o posea determinada velocidad. Queda destruida nuestra visión mecánica del mundo, y toda certeza debe descartarse. 

Pero ninguna de ambas teorías es capaz de decir por qué el tiempo se mueve en determinada dirección, la que nosotros observamos. La teoría de la relatividad general predice un universo en expansión, lo que se ha podido observar, pero se generan nuevos problemas cuando tratamos de llegar al comienzo del Universo, si es que tal pregunta tiene algún sentido. No se ha conseguido todavía unificar ambas teorías, aunque si se utiliza un artificio matemático para poder integrar todas las posibilidades del Universo, aparece el llamado “tiempo imaginario”.

Si observamos el Universo desde el punto de vista del tiempo imaginario desaparece toda distinción que podamos hacer entre el espacio y el tiempo, y el universo presentaría siempre el mismo aspecto. Stephen Hawking nos hace visualizar esta idea como si el tiempo imaginario fuese la circunferencia de una esfera, desde la cual no hay ni comienzo ni fin, y el tiempo real que podemos medir con nuestros relojes como uno de los ejes de dicha esfera, y desde este punto de vista habría un comienzo y un final, ya que todo partiría de un punto (por ejemplo, el Polo Norte), el Universo se iría expandiendo hasta llegar al máximo, que sería el Ecuador, y volvería a resumirse en el Polo Sur.

Sin embargo, la única realidad sería la superficie esférica, y desde este punto de vista no hay principio ni fin del Universo, sino que simplemente “sería”, citando de nuevo a Stephen Hawking.

LAS FLECHAS DEL TIEMPO

En realidad, ninguna de las teorías que hemos visto resumidamente nos dice por qué se produce el flujo del tiempo, por qué el tiempo fluye hacia el futuro y no hacia el pasado. Sólo hemos visto que, en general, sólo son posibles los procesos en el tiempo cuyo desorden total aumente. Ésta sería, entonces, la primera flecha del tiempo, la termodinámica o energética.

Otro de los problemas que podemos plantearnos es cómo se produce el origen de la vida, ya que ésta lleva en sí un gran orden, y termodinámicamente sería imposible un fenómeno como la vida o la inteligencia. En los últimos veinte años ha surgido una nueva visión sobre la ciencia y los acontecimientos, que es la Teoría del Caos.

Según esta teoría, todo está de alguna manera misteriosamente entrelazado, de manera que no se puede aislar el Todo de cada una de sus partes, ya que en cada una de las partes de un sistema se refleja el Todo, y entonces la globalidad no sería la simple suma de las partes, sino algo que surge de manera misteriosa y que es algo más que la visión aislada que podamos tener.

En esta teoría el tiempo aparece como generador de estructuras, donde éstas surgen de estados en los que hay un gran desorden (entropía) y una gran energía. Podemos imaginarlo como si en la corriente de un río que fluye con una gran velocidad por una gran pendiente se formasen remolinos. Los remolinos son estructuras con bastante orden, donde las partículas que lo integran giran a gran velocidad, pero las partículas pasan a través del remolino, forman parte de él durante un período breve de tiempo y finalmente lo abandonan, pero el remolino persiste.

La vida surgiría de la misma forma; en un Universo con un gran desorden y mucha energía, surgiría la vida como una estructura ordenada.

Sin embargo, no es capaz de establecer una relación entre el surgimiento de las estructuras ordenadas y el tiempo en sí, no podemos imaginarnos cómo puede surgir Orden de un gran desorden; recuperando la teoría de los arquetipos de Platón, podemos imaginarnos cómo se produciría un descenso de la Idea sobre la Materia, cómo la materia rellenaría la forma ya preparada.

Entonces la vida sería una idea que rellena la materia y que la pone en marcha; se alimentaría del desorden, pero ella misma no sería desorden, sino un orden superior. De esta forma, tiempo y vida serían la misma idea, la misma relación que pone en marcha las dos cosas, y el círculo se vuelve a cerrar; como decía Platón, el tiempo es la imagen móvil de la eternidad.

¿PODEMOS VIAJAR EN EL TIEMPO?

Hemos visto que en realidad cada objeto tiene su propio espacio y su propio tiempo. Según la teoría de la relatividad, si pudiésemos viajar a velocidades cercanas a la de la luz, mientras para nosotros habría pasado un año, para un observador que se quedase en reposo habrían pasado diez o veinte.

Así podríamos viajar hacia el futuro, pero de momento es algo que tecnológicamente está fuera de nuestro alcance.

Sobre un posible viaje al pasado, que de momento y según todas las teorías sería completamente imposible, además se plantean algunas paradojas bastante curiosas; por ejemplo, qué pasaría si cualquiera de nosotros pudiese viajar al pasado y se contemplase a sí mismo hace, por ejemplo, una semana; y qué pasaría si nuestro yo de hace una semana se contemplase a sí mismo, qué hubiera pasado con el recuerdo que nuestro yo habría tenido; aun más, qué sucedería si viajásemos al pasado lejano y por accidente matásemos a uno de nuestros abuelos antes de que hubiesen nacido nuestros padres...

Todas estas paradojas hacen que, de momento, sea imposible viajar al pasado. Aunque en realidad existe una manera de hacerlo, y es a través de nuestros recuerdos, y de las huellas que ha dejado la Humanidad a lo largo de la historia que se conoce y de la que no se conoce.

De la misma forma que permanecen restos físicos de pasadas civilizaciones, podríamos preguntarnos si no han quedado restos psicológicos. La tradición hindú nos habla de los Anales Akáshicos, que serían como una suerte de huella psicológica que ha ido dejando la Humanidad, y que de alguna manera queda impresa en todas las cosas.

Pero esto, de momento, está muy alejado del común de los mortales. Haría falta una gran pureza y una gran fuerza moral para poder consultar estos archivos y que se utilizasen sin daño para nadie. 

También existe la flecha psicológica del tiempo, que todos podemos experimentar: cómo una hora se nos hace eterna en la consulta de un dentista, por ejemplo, y se nos hace brevísima en la compañía de nuestros seres queridos. Es interesante comprobar entonces cómo de alguna manera podemos viajar en el tiempo, aunque sea a diferente velocidad, y que el ser humano tiene latente la posibilidad de moverse en esta dimensión que sería el tiempo. 

CONCLUSIÓN

Pero, en definitiva, ¿qué es el tiempo? De nuevo tenemos que decir que, como tantas otras cosas, no lo sabemos. La Ciencia, por cada respuesta que da, permite que se propongan tres o cuatro nuevas cuestiones, lo que nos hace ver que quizá estamos inmersos en un laberinto mental del cual no podremos salir con simples razonamientos, sino que haría falta un salto de conciencia hacia algo superior, que estaría más allá del simple razonamiento, que sería una visión superior, integral, de todas las cosas

Francisco Javier Ruiz

Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestra página web. Al utilizar nuestros servicios, aceptas el uso que hacemos de las cookies.