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Trabajaremos este tema basándonos fundamentalmente en dos áreas: la de las Artes Marciales, a la cual me dedico aproximadamente 35 años como investigación, entrenamiento y desarrollo; y la de la Filosofía a la manera clásica.
Tratar la cuestión de la violencia a partir del campo de las Artes Marciales, como ustedes tendrán oportunidad de percibir, es algo muy interesante, teniendo en cuenta que aunque muchas personas asocien ambos tópicos, los principios de las Artes Marciales no promueven de ninguna forma la violencia. Al contrario, en el dominio del estudio y de la práctica seria de estas artes, la violencia es vista como tópico importante para la reflexión: a través de los combates, se puede observar como y por qué surge la violencia y como puede ser controlada.
Según las Artes Marciales, es casi imposible encontrar a un ser humano que no traiga consigo la violencia.
El ser humano la trae consigo a partir de sus propios instintos y, de una forma o de otra, cada ser humano trabaja con ella dentro de una serie de experiencias normales y comunes. A pesar de todo, cuando las cosas se ponen críticas, el hombre normalmente no tiene muchas herramientas para direccionar o canalizar esa fuerza, que puede manifestarse de muchas formas.
La violencia expresa, para el ser humano es algo muy complejo y que tiene que ver con el temperamento individual: a veces, la brutalidad define una acción violenta por parte del hombre, a veces, la fiereza también. Esta acción si no fuera trabajada de forma seria, con buenas herramientas, puede dominar los aspectos superiores del ser humano. Todos nosotros tenemos nuestro temperamento, pero no siempre conseguimos estructurar nuestro carácter para trabajar con él. Y cuando no encuentra un carácter bien formado, ese temperamento se manifestará de muchas formas negativas. El temperamento del ser humano se compone de instintos, pasiones, hábitos, reflejos condicionados, o sea, de una serie de factores que escapan al control de la conciencia humana. Esto es natural en tanto no se tiene experiencia y madurez. No obstante, después de cierta edad, la falta de control sobre las acciones puede ser algo incluso patológico. En este caso, es necesario que formas culturales y formas educacionales elaboren una estructura que permita que el hombre manifieste sus potencialidades superiores. Los instintos son potencias inferiores que el ser humano carga a través de la evolución. Siendo así, podemos decir que su carácter es algo a ser desarrollado, lo que puede suceder a través de la cultura, educación, política, religión, ciencia, artes y también a través de la filosofía, campo que promueve el desarrollo de los potenciales superiores del ser humano. Y en tanto esto no sucede, el temperamento va desgraciadamente consiguiendo dominar al ser humano. Decimos desgraciadamente porque el temperamento es como un caballo salvaje, fuerte, lleno de vigor, salud ... pero totalmente salvaje, hace lo que le da la gana.
Si ese caballo no es dominado y domesticado por un caballero, continuará salvaje. Al contrario, si fuera conquistado, el caballo si volverá dócil a las órdenes de ese caballero y hará cosas muy superiores a las que hacía.
El caballo salvaje corre mucho, pero no corre más que un pura sangre. Esto sucede, no porque sea más fuerte o más bruto, sino porque hay un grado de inteligencia en él que lo hace manifestar ciertas características o ciertos patrones superiores a los del animal salvaje.
Esta comparación se puede encontrar en muchas tradiciones filosóficas, es muy interesante y más aún si pensamos que, en cada uno de nosotros existen esos dos aspectos: el "caballo" (una fuerza salvaje) y el "caballero" (algo que consigue direccionar la fuerza de nuestro temperamento, no inhibiéndola o aplastándola, sino conduciéndola o canalizándola con la inteligencia, la conciencia humana, los valores morales, éticos y las facultades superiores tales como la Voluntad, el Discernimiento, la Imaginación, la Atención, la Concentración, la Memoria ...)
En las Artes Marciales, por ejemplo, podemos notar que, aunque una persona que, al principio del entrenamiento no parezca ser violenta, en determinado momento de crisis o prueba muestra lo que trae en su interior.
Repitamos, entonces: la violencia es algo que forma parte del ser humano, en tanto él no es educado y desarrolla sus mejores potencialidades.
El problema de la época actual, en ese sentido es que nosotros tenemos problemas graves en relación a la cultura. Ésta, en general, es muy deficiente: tenemos prejuicios en relación a la cultura, y adquirimos cultura de una forma muy superficial. Hoy, para nosotros, cultura es sinónimo de información y de erudición. El término cultura proviene del término latino, "cultus", usado por los romanos para llamar a la acción del campesino de preparar la tierra, de crear una serie de condiciones para plantar semillas que puedan crecer, o sea, al acto de hacer el surco en la tierra y plantar buenas semillas.
De donde podríamos deducir que, en el campo intelectual, hablar de cultura sería algo más que hablar de información: sería hablar de vivencias, experiencias y acciones que el hombre debería realizar como "plantar" un buen carácter, única herramienta que permite que direccione su temperamento.
Otro problema de nuestros tiempos en relación a la violencia puede ser detectado en contingencias históricas, en factores específicos que actúan más intensamente en el factor de violencia que existe en todos los seres humanos. La violencia hoy en el mundo afecta a casi todas las sociedades, no existe prácticamente ninguna colectividad en el mundo actual que no tenga problemas, crisis o síndromes de violencia.
En el Tibet, por ejemplo, que hace 70 u 80 años atrás era considerado de los más pacíficos lugares del mundo, un lugar en que no existía prácticamente violencia, hoy también, después de todo un proceso de invasiones, acabó volviéndose un país bastante violento.
En fin, no hay casi nadie que se salve del problema en cuestión, un problema social, que afecta a estructuras políticas, religiosas, científicas y organizaciones colectivas humanas como el núcleo familiar.

Michel Echenike

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