“Cuanto más examino este universo surgido del big bang, y los detalles de su arquitectura, encuentro más evidencias de que, en algún sentido, el universo sabía que nosotros íbamos a llegar”En palabras de un físico de la prestigiosa universidad americana de Princeton, Freeman Dyson: “Cuanto más examino este universo surgido del big bang, y los detalles de su arquitectura, encuentro más evidencias de que, en algún sentido, el universo sabía que nosotros íbamos a llegar”. Esta opinión, que no es de ningún modo novedosa, presupone que el nacimiento del universo y la aparición de una inteligencia capaz de observarlo y comprenderlo (la nuestra) no es algo casual, sino que de alguna manera todo en el universo tiene una dirección y un sentido, que aunque a menudo se nos escapa a nosotros los seres humanos, no es menos cierto que de alguna manera misteriosa podemos intuirlo. Este punto de vista se conoce como el Principio Antrópico. Pero veamos toda una serie de sucesos y si es lógico tratar de explicarlos todos por azar. En primer lugar, el big bang; a pesar de las teorías que tratan de explicarlo, se llega a un punto en que dichas teorías son inútiles. Ni la teoría general de la relatividad de Einstein ni la mecánica cuántica son capaces de penetrar en el instante inicial, ni ha surgido una nueva teoría que sea capaz de hermanarlas. Y sin embargo el universo existe, y las leyes que lo forman están hechas de tal manera que permiten la formación de galaxias, de estrellas, la síntesis de elementos pesados aparte del hidrógeno creado en el big bang, la formación de planetas, y un sinfín de hechos cuya enumeración sería interminable. Claro que podemos pensar que todo esto existe por azar, y que fue un cúmulo sorprendente de casualidades lo que ha llevado a la formación de la vida y del hombre; incluso hay teorías que dicen que en el momento del Big Bang se formaron un número inconmensurable de “universos paralelos” y que sólo en un número restringido de ellos las leyes son las propicias para la formación de la Vida. A cambio de no admitir una inteligencia tenemos que creer en el nuevo dios del azar y en un número casi infinito de universos paralelos. ¿Es lógico todo ello?. Veamos una serie de hechos y meditemos si la casualidad es capaz de explicarlos todos. La síntesis del carbono, elemento clave para la formación de las macromoléculas que conforman las estructuras de los seres vivientes, necesita una sorprendente resonancia de los elementos del berilio y del helio, ya que la reacción que lo sintetiza no es rentable energéticamente. Parece como si en el interior de las estrellas existiese una Voluntad que direccionase la formación de este elemento. La misma distribución de materia en el universo, con la formación de estrellas y galaxias donde éstas se agrupan no es algo fácil de explicar, ya que las teorías predicen una distribución uniforme de materia que, evidentemente, no se da. Sir Fred Hoyle, físico británico, siempre mantuvo el criterio de que desde el azar se encuentran muy pocas respuestas. Planteaba la imposibilidad de que una molécula tan compleja como el ADN, clave para el nacimiento de la vida, se hubiera podido formar por azar. Su obsesión por buscar una inteligencia auto-organizadora le llevó a poner el siguiente ejemplo: “Si en un hangar esparcimos por el suelo todas las piezas desmontables, tornillo a tornillo, de un Boeing 747 y en un momento dado aparece un huracán, ¿Cuál será la probabilidad de que después nos encontremos allí el avión completamente rearmado y listo?. Hoy en día muchos biólogos aceptan la Hipótesis Gaia, según la cual la Vida es capaz de crear y modificar las condiciones para su nacimiento y desarrollo, como una gran inteligencia. ¿No ha llegado el momento de extender esta hipótesis al resto del universo? Javier Ruiz

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